12/25/2016

obregón cano: el primer preso político en democracia



“No tiene medida el encarnizamiento con que mis enemigos y adversarios políticos me han perseguido a lo largo de casi 40 años de vida política Sufrí la destrucción por la violencia de los cargos para los cuales había sido elegido; fui a prisión en reiteradas oportunidades; conocí el exilio por casi diez años; se secuestró a miembros de mi familia como represalia en mi contra; se confiscaron una y otra vez mis modestos bienes; se asesinó a algunos de mis más íntimos y queridos amigos y compañeros de lucha, simbolizados en quien me acompañara como vicegobernador de Córdoba: el compañero Atilio López…”

“…Frente a mi condición de político peronista que utilizó siempre las ideas y la palabra como armas de lucha y el sufragio como medio para acceder a cargos públicos, mis enemigos, en cambio, se valieron siempre del golpe de Estado, de la violencia, la calumnia, la persecución a mi familia, la cárcel y el destierro Hay quiénes utilizan los golpes bajos para ganar las contiendas políticas: yo detesto esos métodos y eso me ha valido el reconocimiento del pueblo que siempre me favoreció con su voto en todas las elecciones en las que participé como candidato Jamás perdí una elección y esto lo destaco sin jactancia y sin soberbia Sólo quiero contrastar mi conducta con la de algunos políticos responsables de este último agravio que ha sido encarcelarme a mi regreso a la Patria…”

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Al entonces Presidente Alfonsín, responsable de su detención en el retorno de la democracia le escribió: “…

"Usted ha afirmado y lo repite en público y en privado que la definición sobre mi libertad o mi cárcel es tema ajeno a usted y que sólo corresponde a la Justicia. Y eso —usted lo sabe— no es verdad. Mi prisión es política.

Se trata de una cuestión política y no judicial. No juega en ella ningún artículo del Código Penal, sino que juega el sistema de libertades que consagra la vieja Constitución de 1953 Usted, pues, y no los jueces —estos actuales de la dictadura y los que los sustituyan— es mi carcelero. No nos engañemos ni engañemos a nuestro pueblo y, sobre todo, no engañemos a la democracia que todos queremos preservar. Yo soy un preso, casi su preso singular y usted lo sabe y no dudo que le pesa y angustia. Yo no hubiera deseado, doctor Alfonsín, tener que decirle y recordarle estas cosas. Pero sucede que se ha llegado el límite de lo tolerable.

No puede usted continuar haciendo el papel del inocente y desentenderse, como tema ajeno, de mi prisión; prisión que usted ha ordenado y que usted prohija y prolonga. La democracia no puede construirse sobre ocultamientos y mentiras, como no puede construirse sobre el hambre y la injusticia. Si tal sucede, nace viciada y su vida es siempre breve.
Y usted, doctor Alfonsín, con grave error que confío no sea irreparable, al poner el mismo fiel de la balanza a los perseguidos y víctimas de la dictadura y a los perseguidos y victimarios, está conspirando, a pesar de usted, en contra de la misma democracia que usted —lo creo sinceramente— trata de construir… Yo no pretendo que usted me libere. Sí pretendo, en cambio, que usted nos ponga a todos los argentinos en un plano de igualdad jurídica y nos otorgue a todos las mismas garantías, sin conceder a algunos irritantes privilegios…

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Mientras yo permanezco preso desde mi regreso en una prisión común, en condiciones ciertamente precarias, los responsables del genocidio, de la deuda externa y de la entrega del país al extranjero; de la corrupción más desenfrenada y de la humillante derrota de Las Malvinas, están en su absoluta mayoría transitando libremente y provocando a su gobierno y sólo en un ínfimo número detenidos en alojamientos de lujo en condiciones de indisimulado privilegio; mientras yo, cuando debo acudir a un tribunal, soy esposado y conducido en vehículos carcelarios, esos pocos, poquísimos detenidos con galones son trasladados en cómodos automóviles provistos por el Estado y rodeados por custodias privadas y oficiales que también el estado paga; mientras yo soy procesado por jueces que no son de la Constitución y en base a leyes que tampoco son de la Constitución y que la dictadura sancionó para perseguir a nuestro pueblo, leyes que usted prometió derogar y que sin embargo a siete meses de democracia aún subsisten, los militares responsables de la actual tragedia argentina están siendo juzgados —¿juzgados?— por tribunales militares integrados por sus antiguos pares o subordinados y en base a las leyes que esos mismos responsables dictaron para amparar sus crímenes y fechorías…”

“Yo no suplantaré a mis generosos y probos defensores y no asumiré, desde luego, mi defensa técnica; pero como éste es un proceso político, y como yo soy un hombre político, sin suplantarlos en los aspectos técnico-jurídicos, no puedo menos que asumir mi propia defensa política () Esta causa, al igual que otras que se han incoado en mi contra, tienen origen en la decisión política del Poder Ejecutivo, es una decisión aberrante, es un verdadero extravío. Aberrante la decisión y aberrantes sus fundamentos. Una actitud y una opinión política que importan desvarío; pero por sobre todo, que señalan una tan peligrosa como errónea especulación política y una imperdonable concesión —poco importa si espontánea o comprometida— a los responsables, tanto civiles como militares y tanto nacionales como extranjeros, de la que acaso haya sido la etapa más negra y más trágica de nuestra historia…”

“Aquella especulación y esta concesión —una forma de renunciamiento— condujeron a la perniciosa política del falso equilibrio y a suponer, más allá de toda ponderación ética y de toda justicia histórica, que el genocidio y la depredación eran equiparables a la resistencia y a la reparación; que los reales e innumerables crímenes de lesa humanidad y lesa patria, cometidos con crueldad e impunidad por la dictadura militar, podían atenuarse, diluirse y aun olvidarse, si se oponían a ello, como contrapeso equilibrante, supuestos y fabulados crímenes, torpemente urdidos y falsa y arbitrariamente atribuidos a quiénes dentro del país, en esa inmensa cárcel de miedo, terror y muerte que fue la Argentina durante casi una década, y fuera del país, desde el exilio forzoso, lucharon, luchamos para ayudar a debilitar y a derribar a los que habían usurpado el poder político, se habían apoderado del Estado y eran dueños absolutos de la vida, la libertad y la honra de los argentinos…”


Ricardo Obregón Cano,

Ex Gobernador de Córdoba

(Extracto del reportaje de la Revista Proceso, Mexico, 19 de diciembre de 1987)

1 comentario:

el ojo con dientes dijo...

Excelente rescate Arti! Y buen finde che!