7/29/2016

cola de paja

Carrió había empujado a Vidal a una opción cruel: ceder y voltear a su jefe de la Bonaerense o mostrar firmeza y bancar a un policía acusado de narco. La derrota que eligió no fue ni siquiera digna.

Su nueva gran amiga Margarita Stolbizeracuñó una frase muy graciosa durante la campaña presidencial del año pasado, que terminaría para ella con un desastre en las urnas (obtendría el 2,53% de los votos). “Yo ya gané”, decía la postulante del partido GEN, en una suerte de versión libre del clásico “lo importante es competir”, ese manifiesto inventado por los perdedores en el intento por negar la relevancia del objetivo principal que inspira toda competencia. Bueno, frente a la embestida de Elisa Carrió (autora intelectual del frente Cambiemos y, a la vez, por esa pulsión destructiva que la domina, enemiga íntima del PRO en la alianza gobernante) contra el jefe de la Policía bonaerense, María Eugenia Vidal ya había perdido, porque Lilita la había arrastrado hasta una encrucijada que le ofrecía un menú de dos derrotas posibles:

Ceder a la presión de la diputada y cortarle la cabeza al uniformado que ella misma había aupado hasta la conducción de la fuerza maldita.

Dar un gesto de autoridad política y ratificar a un policía que, más allá de la –habitual- inconsistencia de las denuncias de Carrió, que reducen sus ataques a cuetería mediática, quedó afectado por la bruma densa de la sospecha que se cierne sobre su buen nombre y honor: Pablo Bressiquedó irremediable, acaso injustamente, asociado al narcotráfico.

Frente a este dilema no menor, Vidal optó por la tan pumísta derrota digna: decidió dar ese gesto de autoridad y confirmar al elegido, con lo cual, habrá pensado, asumiría el costo de quedar como la protectora de un policía sospechado de narco –o, por lo menos, de encubridor de bandas de narcotraficantes- pero se mostraría como una gobernante de mano firme. El problema es cómo lo hizo. El cómo, efectivamente, terminó diluyendo la dignidad de la derrota: ella, la gobernadora del primer Estado argentino –la locomotora del país, la provincia que concentra el 37% del padrón nacional y aporta el 40% de la masa de recursos coparticipables-, que ejerce su función recostada sobre el respaldo popular de los 3.478.505 votos que el pasado 25 de octubre entraron en las urnas con su nombre, montó el helicóptero oficial para ir hasta la casa de una diputada a dar explicaciones –le llevó a Carrió un informe que, según les dijeron voceros de la Gobernación a los diarios, exculpa a Bressi.

En un artículo publicado el 7 de julio (ver aparte “Lilita lo sabe…”), Letra Pdecía que Carrió más que nadie sabía bien, porque si de algo sabe la diputada nacional es del arte de la comunicación, que si acusaba al jefe de la Policía bonaerense designado por Vidal, que llegó a la provincia de Buenos Aires agitando profusas declaraciones de principios altruistas, de tener vínculos con el narcotráfico, el blanco de sus disparos no sería Pablo Bressi; ni siquiera el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo. El destino de esa balacera sería, indefectiblemente, la propia Vidal. Porque, con la transparencia, la honestidad y la lucha contra las mafias como ejes medulares de su relato discursivo, y consciente del peso que tiene en la provincia el ejército de 100 mil hombres y mujeres de uniforme, que representa un poder fáctico permanente con inmensa y probada capacidad de daño, no había manera de desligar a la mandataria provincial de la responsabilidad en la elección del jefe de la Policía. Carrió sabía que, al pegarle a Bressi, le pegaría a Vidal.

Por eso, este miércoles por la noche, cuando tocó el timbre de la casa de Carrió, Vidal hizo los deberes de una buena cristiana: en duelo de devotas, ofreció la otra mejilla.

Posdata: La información sobre el encuentro de la mandataria provincial y la legisladora fue –otra vez- filtrada a un puñado de diarios que integran el club selecto de la oligarquía mediática. De tan habitual, la práctica ya configura el modus operandi de Vidal en su relación con los medios. No es incongruente: marida bien con –o nace de- la matriz ideológica del macrismo.

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