6/03/2015

cristina no se va


La presidenta Cristina Kirchner tendrá su lugar en la Historia, como todo jefe de Estado argentino. Sin embargo, la mandataria podría convertirse en la primera -más allá de lo ocurrido con Néstor Kirchner quien, en una sucesión muy especial, le transmitió el mando en 2007- en vencer una dinámica política que parecía inamovible en el actual período democrático iniciado en 1983.

El reconocido politólogo argentino Aníbal Pérez-Liñán, de la Universidad de Pittsburgh, se refirió a la cuestión de la popularidad presidencial en el país en un trabajo de 2013, que tituló “Liderazgo presidencial y ciclos de poder en la Argentina democrática”.

En ese paper, el especialista sostiene que el poder presidencial en la Argentina está expuesto a ciclos “abruptos”. Señala en tal sentido: “En reiteradas oportunidades (…) los ciudadanos han establecido una relación cíclica con el presidente, marcada inicialmente por un reclamo de decisiones contundentes, templada luego por una tolerancia cómplice con su estilo de gobierno, agrietada tardíamente por cuestionamientos morales y oscurecida finalmente por la demonización del presidente saliente. Un mismo estilo de gobierno ha sido resignificado como muestra de liderazgo, de pragmatismo, de arbitrariedad y de corrupción en diferentes momentos de este ciclo”.

El trabajo incluye el siguiente gráfico:



En él se ofrece “un sumario de los niveles de aprobación presidencial en encuestas de alcance nacional entre 1983 y 2013”. Allí puede apreciarse que “si bien casi todos los presidentes comienzan con altos niveles de aprobación —excepto Eduardo Duhalde y Cristina Fernández, que nunca tuvieron luna de miel— Alfonsín y Kirchner se presentan como los presidentes que han tenido mayor capacidad para proyectar su popularidad durante (y posiblemente también décadas después de) su mandato”. En el gráfico puede observarse cómo los mandatarios no se retiran del poder con su imagen creciendo de manera ostensible o sostenida. Duhalde, que no fue electo por el voto popular, mejoró hacia el final pero hasta llegar a niveles bajísimos de aprobación y habiendo pasado por situaciones aún peores.

También queda claro cómo hasta el popular Néstor Kirchner terminó con muy altos niveles de aprobación pero no comparables con sus picos de aceptación. No cuento con los datos actualizados para el período 2013 – y lo que va de 2015. Tengo algunas aproximaciones. En esta nota se indica que en 2013 la imagen presidencial, para IPSOS, había caído pero hasta un piso todavía alto, del “50 por ciento”. A fin de 2014, la consultora la ubicaba en 49 por ciento. Aquí se ve cómo, Luis Costa, de IPSOS, señaló el mes pasado a Interamerican Dialogue que que “Cristina permanece como la presidente más popular de la región con el 49 por ciento” de aprobación.

Para pasarlo en limpio, entonces. No es cierto que en la Argentina se dé un “efecto Bachelet”. Que “la imagen del Presidente sube porque se va” o que, en este caso, “Cristina sube porque se va”. Menem y Alfonsín, los dos presidentes comparables a las gestiones kirchneristas por trascendencia y cantidad de tiempo en el cargo no “subieron porque se iban”. Néstor Kirchner, según consta en este gráfico se mantuvo siempre en niveles muy altos y también rompió la dinámica al no “caer” pero no “subió porque se iba”. Cristina -si todo esto sigue así- está protagonizando por lo tanto una operación política nunca antes lograda en la historia reciente argentina. Rompe el ciclo que termina con una “demonización” hacia el final. Lo rompe para su propio mandato o también si consideráramos los mandatos de Néstor y Cristina Kirchner como un único ciclo político.

Otra conclusión que puede sacarse de este panorama es que Sergio Massa, al alejarse del Frente para la Victoria y del liderazgo político de Cristina en 2013 no hizo más que seguir el sentido común de la política argentina. Apostó a seguro, al especular con que los índices de aprobación de CFK se debilitarían. Habría que decir, entonces, que el siempre muy seguidor de los vaivenes populares Daniel Scioli, quien según consta en distintas crónicas periodísticas negoció hasta último momento una lista conjunta con Massa en las Legislativas, para enfrentar al kirchnerismo, fue entonces en contra de la corriente de lo “esperable” cuando definió que su futuro político estaría “por adentro”.

Otros elementos del muy rico a pesar de lo breve trabajo de Pérez-Liñán nos permitiría ir un poquito más allá y pensar en el futuro político de la Argentina a partir del traspaso del mando. El autor cita un libro que no tuve la suerte de leer (Skowronek, Stephen (1997). The Politics that Presidents Make. Leadership from John Adams to Bill Clinton, Cambridge, Belknap Press). En ese trabajo se plantea una idea muy interesante. Que existen cuatro tipos de liderazgos recurrentes...

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