2/25/2014

venezuela somos tod@s



 

Mariano Fraschini



¿Es un golpe de estado lo que hoy se prepara en Venezuela? ¿Se trata de protestas pacíficas que son violentamente reprimidas por el gobierno de Maduro? ¿Está dividida la oposición política? ¿Qué rol está cumpliendo EEUU en estos momentos? ¿Hay riesgo de golpe institucional? ¿Los chavistas se están movilizando? ¿Maduro es sólo un presidente débil sólo con apoyo militar? ¿Cuáles son las propuestas de los estudiantes?

Como hace unos días decíamos acá, la derecha venezolana ha iniciado un proceso de desestabilización política e institucional en el país, que tiene como principal finalidad la salida anticipada de Nicolás Maduro de la presidencia. Los medios para obtener dicho propósito han quedado evidenciados y se puede sintetizar en 4 procesos activados por estos días:

a) Instalar las protestas legítimas de los estudiantes, que dieron paso a las guarimbas (protestas violentas) y el ataque a edificios públicos, quema de autos, etc, como la única imagen de lo que hoy pasa en Venezuela, haciendo aparecer a los violentos como víctimas de la represión del Estado.

b) Realizar una falsificación alevosa y evidente del desenlace de las marchas, acusando al gobierno de las decenas de muertes de esta semana (en las que se cuenta varios chavistas) y ninguneando las diferentes marchas oficialistas (muchas multitudinarias) de apoyo a Maduro y pidiendo por la paz.

c) Poner a los principales instigadores de las protestas violentas como víctimas del régimen (cuando en realidad son los agitadores) en el lugar de “luchadores de la libertad” que necesitan del apoyo externo para instalar una verdadera democracia en Venezuela. Esta estrategia tiene como fin la intervención de alguna fuerza internacional en el país.

Y d) Mostrar al mundo (con imágenes de dudoso valor) que la sociedad civil venezolana está partida en dos partes iguales y se torna ingobernable, gambeteando que una de esas partes ganó 18 de las 19 elecciones en últimos 15 años y tienen todos los recursos de poder a su favor (20 de 23 gobernaciones, 3/5 de la Asamblea Nacional y más del 70% de alcaldías)

Retrocedamos un poquito: ¿Cuándo comienza este proceso de violencia opositora?

Haciendo un poco de historia podemos indicar que la lucha antichavista por recuperar el poder perdido en febrero de 1999, comenzó hace bastante tiempo. Luego del desconcierto provocado por su salida del poder, los grandes partidos venezolanos AD y Copei (ejes del bipartidismo pre- Chávez) en un primer momento, la cámara empresarial Fedecamaras (que metió un presidente por 48 horas, Pedro Carmona) y su aliada Central de Trabajadores de Venezuela CTV), en un segundo momento, se convirtieron en los principales antagonistas del gobierno. Las tácticas utilizadas a tal fin fueron: golpe de estado en abril de 2002, lock out patronal en PDVSA en enero 2003, las guarimbas de principios de 2004, el revocatorio de agosto del mismo año, deslegitimación de la parlamentaria de 2005 (no presentando candidatos), entre las salientes. 

La victoria (la única hasta hoy) sobre el chavismo en el referéndum de diciembre de 2007 y los buenos resultados electorales en las regionales de 2008 y la parlamentaria de 2010 dieron paso a un giro táctico en su objetivo. La emergencia de la protesta estudiantil desde 2009 y 2010 oxigenó a la oposición permitiéndole volver a hacerla visible en las calles, luego de la inercia 2004- 2007, años estos de gran predominio político y electoral chavista. La potencia del movimiento estudiantil, junto a la mejora en la performance electoral brindó a la oposición de mayores alicientes para volver a jugar en la arena institucional, esta vez, de la mano de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). 

El surgimiento de un candidato taquillero, como Henrique Capriles, junto a un discurso que incorporaba elementos de continuidad y ruptura y que en otro lado llamamos caprilización, le permitió al antichavismo presentar una propuesta electoral competitiva que tuvo su punto máximo en la elección presidencial de abril de 2013, cuando orilló el 49%. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, de la desaparición física de Chávez y de la desazón que esto implicó en las filas bolivarianas encontrarse huérfanas del líder, no pudo vencer al chavismo, conformándose con deslegitimar el gobierno de Maduro desde sus inicios.

La elección regional de diciembre del año pasado emergía como el escenario ideal para la oposición venezolana. Su principal figura entendió que era el momento para darle el golpe de gracia al incipiente gobierno de Maduro y llamó a que esa elección se convertiría en un plebiscito de la gestión del sucesor de Chávez. En un contexto económico difícil y una situación política plagada de incertidumbre, el chavismo volvió a ganar. La figura de Maduro se fortaleció en esa coyuntura, ganando oxígeno político ya que el próximo turno electoral será la parlamentaria de diciembre de 2015. Sin dudas, estos elementos permiten entender el apuro opositor por dar el zarpazo y la vuelta, en cuanto a estrategia, a los años de la desestabilización 2002- 2005.

A su vez, en el interior del MUD los quiebres y cambios de alianzas permitieron la emergencia de nuevos liderazgos en el interior de la coalición. El sector golpista, que se mantuvo agazapado en los años electorales se convirtió en la vanguardia de la protesta. En ese marco, el dirigente de Voluntad Popular (VP), partido que ganó 18 alcaldías de 335 en la última elección regional (5% del total), Leopoldo López, junto a la dirigente de Súmate, Corina Machado, se convirtieron en puntales de esta movida desestabilizadora. 

Trece muertos (tanto chavistas, como antichavistas) fue la consecuencia directa de la activación de las protestas violentas, y aún quedan por develarse varios de los responsables directos de esos asesinatos. A pesar de la magnitud aún no llegan a las más de 3000 muertes de las jornadas conocidas como el “Caracazo”, que en estos días cumplirán 25 años, en los tiempos de la democracia pactada de “Punto Fijo”-

Las derrotas de Capriles de los últimos años (en especial en las regionales) permitieron un corrimiento en el interior de las filas opositoras dando lugar al ala menos democrática. Sin embargo, luego de la detención de López, los créditos de Capriles parecen volver a activarse a pesar de la acusación de “blando” que le propina una buena parte de la MUD. Otros dirigentes, como el titular de la gobernación de Lara, Henry Falcón, un exchavista pragmático y de Antonio Ledezma, Alcalde Mayor de Caracas, esperan su oportunidad apostando en un caso y en el otro, al desgaste de estos dirigentes para tomar la posta del antichavismo. La presencia del primero en la reunión de ayer, junto a Liborio Guarulla (otro exchavista) titular del Estado de Amazonas (dos de los tres gobernadores opositores) implicó un avance en ese sentido. El retaceo de Capriles al convite parece indicar que la posición dura en la MUD vuelve a ser expresada por el candidato derrotado en menos de siete meses en dos elecciones presidenciales.

Los mecanismos institucionales de la Constitución Bolivariana, prevé el instituto del revocatorio de mandato cuando el presidente haya cumplido más de la mitad de su periodo (abril de 2016) por lo que las razones esgrimidas por la oposición a veces caen en un vacío contradictorio.

¿Qué hace el gobierno mientras tanto?

A partir de la elección del 8D, el gobierno se fortaleció luego de meses de un jaqueo permanente a su gestión. La convocatoria posterior a la oposición, a semanas del triunfo, en Miraflores, a la que Capriles asistió sorpresivamente con una barba crecida que no volvió a usar posteriormente, parecían dar cuenta de un escenario más holgado para el chavismo. Sin embargo, desde enero de este año, la oposición aceleró los tiempos y activó su frente más violento. Sorprendido en un primer momento, el gobierno de Maduro respondió débilmente permitiendo que se instale mediáticamente en el país una imagen de desgobierno y represión de la protesta. De la mano de CNN y sus satélites sudamericanos se describió un paisaje de violencia estatal frente a unos inocentes estudiantes que demandaban por la inseguridad, la inflación y la escases económica. 

Como se señaló anteriormente, la protesta estudiantil no es nueva en Venezuela, si lo es la violencia con la que se presentó en estos días. Las muertes de un lado y del otro, recordaron los sucesos de abril de 2002, lo que permitió poner en alerta a las fuerzas del chavismo, como muestran las numerosas movilizaciones de estas semanas bien invisibilizadas por la prensa internacional. El pedido de Maduro de mantener la calma, no reaccionar a las provocaciones y fomentar la paz, se realizó en un contexto en que varios integrantes de los movimientos cayeron en las calles de Caracas y del Estado Táchira. El problema que tiene el gobierno, en este marco, es que se encuentra con una protesta que no tienen líderes estudiantiles mediáticos (no existe una Camila Vallejos, como en Chile, por ejemplo) y sus demandas son tan generales que sentarse en una mesa de negociación resulta una quimera. 

A pesar de la convocatoria al diálogo realizado por Maduro, las demandas generales de los estudiantes tienen como objetivo final la renuncia del presidente, el fin de la represión, la inseguridad o la corrupción, demandas que se ponen en disputa durante las elecciones y que parece de difícil respuesta en el corto plazo. Sin embargo, Maduro, sabe que debe ganar una buena parte de la opo al juego institucional para neutralizar a los violento. La reunión de ayer, el llamado a una Conferencia por la paz para el miércoles, son iniciativas en ese sentido.

La hiperactividad del presidente bolivariano durante estos días, evidencia que su liderazgo se va construyendo en estas horas de incertidumbre. El chavismo, también, comprendió que se está ante momentos decisivos que implican un grado de movilización mayor al de antaño, y las marchas de las mujeres (sábado), de los adultos mayores (domingo) y de los motorizados (de ayer) son muestras nítidas de esa sensación. A pesar de que, como se dijo, las marchas oficialistas no tienen el mismo peso en la arena mediática que las opositoras (incluso algunas son muy superiores como la del 18 de febrero), el pueblo bolivariano activó su fibra más íntima de resistencia dando muestras cabales de que no sólo defienden a un gobierno propio, sino que es su propio bienestar el que se encuentra en disputa.

Lo que viene, lo que viene

Una vez que culminen las guarimbas y el sector “electoralista” de la MUD acepte de una vez la legitimidad democrática del gobierno de Maduro, el chavismo se encontrará con las mismas dificultades que se encontraba desde antes del intento desestabilizador: una economía con cuellos de botella importantes, inflación, dólar paralelo, escases de productos y un desabastecimiento que procura quedarse por un tiempo para acelerar la deslegitimación del gobierno. Agravar la crisis económica, que es verdaderamente donde se juega el partido principal, es el objetivo de la hora para el campo deslegitimador. 

El éxito del gobierno en esta tarea resulta vital para su propia supervivencia. Sin embargo, todo este proceso de desestabilización sirvió para solidificar la base chavista, que previo a estos sucesos le pedía a Maduro mayor firmeza en el terreno económico. La “desgracia” estructural de la economía venezolana es la dependencia del petróleo, fuente de divisas que permitió la inédita ampliación de derechos sociales a un gran segmento de la población, y fuente que explica también los pocos incentivos para diversificar una economía que requiere correctivos en forma urgente. A su vez, el petróleo es en la geopolítica mundial un recurso clave para los intereses de la mayor potencia mundial que juega desde hace 15 años por la salida del chavismo, apoyando financieramente a la oposición venezolana.

Así están las cartas hoy en las tierras del Comandante. El presidente Maduro necesitará de mucha virtud y fortuna para los próximos meses. Tiene el poderío institucional, las fuerzas armadas, fortaleza partidaria, movimientos sociales y la capacidad de la ganar la calle, de su lado. También los gobiernos sudamericanos, con la Unasur a la cabeza, quienes esperan que la desestabilización, que hace unas semanas comenzó en Venezuela, no se extienda al resto de continente. Hoy la región observa detenidamente los sucesos en el país, con un grado de preocupación. El Mercosur, la Unasur y la Celac ya dieron su veredicto y el apoyo irrestricto a la democracia. Pero lo que ocurra de ahora en más en las tierras de Bolívar impactará de forma decisiva en toda América Latina. Por eso, hoy, “Venezuela somos todos”.




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