10/13/2013

sobre la objetividad en las ciencias sociales y sus prácticas derivadas



Aún hoy increíblemente sigue sucediéndose con relativo éxito, declinante claro, el discurso sobre la objetividad en las ciencias sociales como marco general y sus prácticas derivadas, encuestas, análisis, proyecciones económicas, calificaciones de riesgo, y seamos generosos con las licenciaturas realmente existentes, la "comunicación social" donde se inscribe la "práctica periodística" llamémosla así. 

Los hechos son los hechos, afirman los que aún curten el mambo de la objetividad. En fin discusión obsoleta si las hay, en Miradas al Sur aparece en contratatapa una linda radiografía de la objetividad de la práctica periodística respecto al 17 de octubre de 1945 escrita por el Historiador Claudio Panela. Leemos:

La apreciación que los periódicos dominantes tuvieron de la jornada fue contraria respecto de aquel y de los manifestantes que la protagonizaron. 

Así, La Nación aludió a la concentración argumentando que al desaparecer en esa jornada todo vestigio de autoridad del presidente Edelmiro J. Farrell, éste “actuó bajo la presión de las turbas que acampaban en la plaza histórica en forma más lesiva quizá para la cultura, por lo menos dada la diferencia de épocas, que la de los caudillos del litoral en el año ’20”. Para el periódico fundado por Bartolomé Mitre, la del 17 había sido la “noche triste” (SIC) de la democracia argentina. 

Otro diario conservador, La Prensa, propiedad de la familia Paz, no editorializó sobre los sucesos, aunque dio amplio espacio a las declaraciones de repudio que empezaron a proliferar en los días siguientes. 

Crítica, fundado por Natalio Botana en 1913 y que había sido un actor destacado en el golpe de Estado de 1930, tituló su edición de la jornada de la siguiente manera: “Grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la población”. Y en su interior argumentaba: “El anunciado movimiento popular de los peronistas ha fracasado estrepitosamente, en un ridículo de extraordinarias proporciones. 

En la misma línea, El Mundo decía: “Recurriendo a toda clase de métodos de coerción y contando con una inexplicable pasividad por parte de la policía, que se negó a intervenir en los casos en que se solicitó su protección, elementos adictos al ex vicepresidente de la República intentaron poner en práctica un plan de perturbación del orden tendiente a impedir la normalización institucional del país”. 

El vespertino La Razón, a su vez, expresaba: “Numerosos grupos, en abierta rebeldía, paralizaron en la zona sur los transportes y obligaron a cerrar fábricas, uniéndose luego en manifestación en la Capital Federal”. 

Y Clarín, de reciente aparición, encabezaba su tapa del día 18 del siguiente modo: “Una jornada dramática vivió ayer Buenos Aires”.
 
Los medios de las fuerzas políticas de izquierda, empero, fueron más allá que los diarios comerciales en su condena a los protagonistas de la jornada. Llama la atención que todos ellos eran considerados marginales y lúmpenes, esto es, la antítesis del “verdadero trabajador”, supuestamente defendido por aquellas. 

Desde el comunismo, el periódico Orientación sentenciaba: “Pero también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad no representan ninguna clase de la sociedad argentina. Era el malevaje reclutado por la policía y los funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión para amedrentar a la población”.
 
Desde el socialismo, La Vanguardia tenía un discurso similar, donde los manifestantes peronistas eran “elementos típicos de comité; obreros municipales y del Estado obligados por sus jefes; un conglomerado de hombres de trabajo indefinidos que, evidentemente, por su condición ni están agremiados y poco entienden de reivindicaciones y de problemas sociales; (…) se le añadió a todo ello una buena dosis de elementos que viven al margen de la ley, ante la perspectiva de sacar algún provecho de los tumultos”.
 
Fue tan significativa esta tergiversación de la realidad por parte de la prensa opositora a Perón, que se silenció el único hecho de sangre de la jornada, esto es, la muerte del joven nacionalista Darwin Passaponti, que había concurrido a la Plaza de Mayo a pedir por la libertad dePerón , quien cayó asesinado a consecuencia de un tiroteo producido frente al edificio del diario Crítica.

La Epoca, reaparecida el mes anterior –había sido fundada en 1915 para defender al gobierno de Hipólito Yrigoyen siendo clausurada en 1930–, único medio que adhería incondicionalmente a Perón. Exultante, anunciaba en su primera plana del día 18, junto a una fotografía que mostraba a la multitud reunida: “Desde la histórica Plaza de Mayo, más de un millón de ciudadanos aclamó presidente al Cnel. Perón”. Y en su segunda página agregaba: “Dio el pueblo un magnífico ejemplo de cultura, cordura y corrección al expresar ayer su más auténtica voluntad”.

En fin la realidad es un producto social y como tal se trata de una realidad objetiva . Ahora bien decir esto no supone nada más lejano a afirmar groseramente que "los hechos son los hechos", no?


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