11/07/2012

más sobre las calificadoras de riesgo ...


En estas últimas semanas, diversos hechos hicieron que las agencias de calificación de riesgo (ACR) pasaran a estar en boca de todos. Por un lado estuvo la pesificación de los  bonos chaqueños, que tras haber sido amplificada mediáticamente como default por las ACR, terminó generando un aumento en los costos de financiamiento para todas las provincias.

Sin embargo, tanto en Yendo a Menos como en Analytica se encargaron de explicar que esto no es un default. Por otro lado, Natalio en su último post puso en contexto los números para mostrar lo insignificantes que son.

El segundo hecho vino de la mano de todo el revuelo que están generando los fondos buitres, motivo por el cual las ACR decidieron rever la “B” que tiene en la actualidad la deuda argentina.

Ahora bien, ¿qué papel juegan estas calificadoras? ¿Cuál es la importancia que tienen para la economía de un país? ¿Cómo se insertan en la arquitectura financiera actual?

Como se infiere por su nombre, estas agencias se encargan de calificar la capacidad de pago de distintos tipos de instituciones (empresas, gobiernos, etc.). Estas calificaciones juegan un papel clave en el humor de los mercados, ya que los agentes financieros se basan en ellas para realizar sus inversiones. Resulta fundamental resaltar que, por lo general, las calificaciones preceden al movimiento de los mercados. Es decir, las inversiones se mueven hacia un país porque éste tiene una buena calificaciones; y no viceversa. De este modo, las buenas calificaciones son esenciales para acceder a los mercados financieros, vía ingreso de capitales extranjeros o a través de endeudamiento externo.

Hasta acá parecería tener lógica: Los inversores extranjeros no suelen tener buena información sobre todos los países, por lo que resulta necesario que existan  estas agencias que se dedican a analizar las variables económicas (fundamentals) que explican la capacidad de pago de un país.

Sin embargo la realidad casi nunca se condice con la teoría, y esto se debe a que entran a jugar otras variables como son los intereses económicos, el poder político, etc. que terminan generando resultados distintos, y en muchos casos diametralmente opuestos.

Así, las ACR tuvieron un papel protagónico tanto en la crisis subprime de Estados Unidos como en la crisis de deuda de la eurozona. En la primera fueron las encargadas de dar excelentes calificaciones a los activos tóxicos que generaron la burbuja, mientras que en Europa fomentaron el ingreso de capitales privados en los países periféricos otorgándoles las calificaciones más altas. Al momento del estallido de la crisis en Estados Unidos, España e Irlanda tenían una AAA (la calificación más alta), Italia y Portugal una A+ y Grecia una A. Lo que es todavía peor, en la actualidad la mayoría de estos países siguen teniendo calificaciones iguales o mejores al investment grade (BBB-), la calificación mínima para aprobar y ser considerado un país donde se puede invertir sin problemas.



Pero bueno, uno puede llegar a pensar que como las ACR fueron el principal causante del ingreso de capitales, ahora no quieren condenar a estos países poniéndoles calificaciones que fomentarían aún más la fuga de esos mismos capitales que ellas promovieron.

Y también uno podría pensar que si los que se encuentran en crisis tienen esas calificaciones, a los países que les fue relativamente bien en estos años, como Argentina y el resto de Latinoamérica, deberían tener una mejor nota. Pero como dijimos, la realidad casi nunca se condice con la teoría:


Del cuadro se desprende que:
-  Solamente hay 3 países latinoamericanos aprobados y 2 en el borde.
-  El mejor de Latinoamérica (Chile) tiene la misma calificación que el peor de los europeos antes de la crisis (Grecia).
- Italia e Irlanda tienen en la actualidad mejores calificaciones que todos los países latinoamericanos, salvo Chile.
-  Argentina se encuentra anteúltima en el ranking, solo superada por Ecuador.

Esto permite sacar varias conclusiones.

La primera de ellas, y la más importante es que resulta claro que estas agencias para realizar sus calificaciones NO SE FIJAN en las variables económicas relevantes que explican la capacidad de pago de un país (stock de deuda, tasa de crecimiento, compromiso de pago, tasa de inversión, etc.). 

Por el contrario, se basan en variables puramente subjetivas y arbitrarias que son las que para ellas determinan la famosa “confianza” de los mercados. Como estas variables no son cuantificables, pueden poner las calificaciones que se les antojan y al mismo tiempo no tener que dar explicaciones a posteriori cuando se equivocan.

Asimismo, dado que una buena nota es requisito necesario para acceder a los mercados financieros, estas agencias terminan imponiendo cuáles políticas económicas son correctas y cuáles no. Y en un mundo tan globalizado como el que vivimos hoy en día, esto significa poner en jaque el grado de gobernabilidad que tiene cada Estado: ya no se gobierna para el bienestar de la gente, sino que se gobierna para los mercados financieros. Así, las políticas económicas ya no apuntan a mejorar la calidad de vida de los que menos tienen, a reducir el desempleo o a mejorar la inequidad; nada de eso, las políticas económicas tienen que apuntar a mantener el humor de los mercados para sostener el flujo de capitales.

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